jueves, 7 de junio de 2012

El príncipe azul, una conducta autodestructiva

Apenas llegué de la oficina, les di de comer a mis perros. Parecían que iban a desmayar del hambre por la forma en que devoraron lo que les serví. Revisé mis correos, leí que no aprobarían la ley de sociedades de convivencia en la Asamblea Legislativa. No se movían de mi lado, me miraban fijamente como a la espera de que milagrosamente de mi laptop cayera una chuleta ahumada. Les volví a dar comida. Más tarde, galletitas. Luego, pan con mantequilla...llegué a la conclusión de que podrían explotar y aún así seguirían con hambre.

Mirándoles asocié la idea con la necia fijación que tenemos las mujeres de encontrar nuestra pareja ideal. Prácticamente una necesidad de primer orden que nos hace adaptar nuestros patrones de conducta para ser atractivas: que si tomamos para ser cool, que si dejamos de tomar porque ya no tenemos 20, que si vestimos para ser trendy, que si nos desvestimos para ser "modernas";  horas de horas para pasar por lacias, por rubias, por recién llegadas de la playa; maquillándonos y desmaquillándonos hasta más de una vez al día, invirtiendo micro y macro fortunas ingeniando evitar que ese hilito que se ve en mi cara se convierta algún día en un claro rompimiento del colágeno...la flacidez, los rollos, las depilaciones, etcétera  y muchos más etcéteras. El tiempo y la vida se nos va en esa preparación. 

Y hay que admitir, ninguna se va a arriesgar a que no llegue el príncipe (en un discurso muy heterosexual) porque nos conocieron tal cual Diosito nos trajo al mundo. Qué va! Nuestro instinto supera nuestro raciocinio. Nadie quiere estar solo.

Ahora, estamos las que procuramos tener más que un mani en la cabeza. Talvez le dedicamos un poco del tiempo del culto al cuerpo a otras actividades como estudiar, tener puestos de poder en empresas, cultivar hobbies y amistades mixtas, de repente acumular bienes en una no-declarada guerra contra el sexo masculino para demostrarles que sí podemos, y hacernos pasar por individuos inquebrantables. Pero esto no nos diferencia de las del primer tipo. Tratamos de convencernos de lo contrario, pero que me refuten quien de nosotras no manejamos el siguiente anuncio de periodico en nuestras mentes: "busco hombre entre 30 y 40, que no viva con su mamá, que tenga un oficio que le haga ganar igual o más que yo (no quiero tocar mis ahorros), que me de mi espacio pero que no le tema al compromiso, que sea capaz de sostener una conversación por más de 1 hora, que sus amigos no sean energúmenos y, muy importante, que sea rockero, artista o corra en rallys...ah, y se puede pedir que sea guapo y más alto que yo? es que me gustan los tacones". 
Quizás, exprimiéndole el sentido más romántico, me gustaría pensar que a pesar de lo anterior, busco a alguien que me quiera tal como soy y, más precisamente, a pesar de cómo soy, decía Victor Hugo.

Cuidado y las del maní tienen más inteligencia que nosotras y gastan menos dinero que las del segundo grupo. Mientras gastamos dinerales en títulos y bienes, ellas tienen criterios más sencillos y son felices más fácilmente. Para ellas, todos sus cuidados estéticos rendirán frutos y atraerán especímenes atractivos, pero ellas no solo buscan el gen ideal, buscan buenos proveedores y ahí es cuando el gordillo, calvo y bonachón podrá ganarse la gallina de los huevos de oro! Aquí aplica el dicho "billetera mata galán".
 
Pero para nosotras, las del segundo grupo, la trampa está a un paso de distancia. En esta búsqueda, pasan varias cosas. Para mencionar algunas, muchas vivimos solas, tenemos nuestro patrimonio, tenemos poder, pero aún debemos defender el derecho de tenerlo sin parecer frívolas impasibles. Y levanten la mano las que no han sentido que conocen a alguien con potencial pero que a la larga sale huyendo? Peor para las que estamos divorciadas, pues comunmente se nos discrimina de "desesperadas", y nos convertimos en supuesto material de fácil acceso o presa fácil. Lo que sí constituye un axioma, es que generalmente pasamos de cierta edad y nos volvemos cada vez más quisquillosas y menos tolerantes. De repente, los hombres de nuestro ambiente son gradualmente menos compatibles y he aquí la trampa: nos enfocamos aún más en la idea de la pareja perfecta. Y pasarán ante nuestras narices, hombres inservibles, pero también hombres responsables, sensibles, cultos, bien parecidos, hasta con buenas intenciones, que a todos les veremos defectos y, por tanto, no digno de nosotras.
¿Y porqué sucede esto? Se me ocurre que por el mismo motivo que el cerebro involuciona a estados prácticamente autodestructivos como el sedentarismo. La conducta autodestructiva es explicada por la Psicología y algunos autores como Freud como un impulso natural y básico del ser humado, que se encuentra "más allá del principio del placer" cuya meta es conducir el ser vivo hasta la muerte. Hay factores que alimentarán en mayor o menor medida estas conductas, pero para lo que nos interesa del tema, lo rescatable es que se tratan de impulsos que en el tanto entendamos las motivaciones, iremos mermando sus efectos.

No estoy proponiendo que nos conformemos con el primer Pedro Picapiedra que nos toque la puerta, pero una vez comprendamos que no podemos sucumbir todas las veces ante cualquier tipo de impulso, en especial, estos impulsos primitivos de búsqueda del macho perfecto, y que las relaciones de pareja incluyen más dimensiones que los expuestos en 1 h 45 de una película, tendremos mejores bases para saber si estamos listas para aventurarnos en una relación.
Hagamos las paces con el mundo, con el tiempo, y con nosotras mismas. No nos matemos buscando a la pareja perfecta, ni matemos oportunidades valiosas con buenos individuos, busquemos la paz con o sin pareja.

Para entender mejor las conductas autodestructivas, recomiendo el siguiente link: 


1 comentario:

  1. No es por nada que se ha estudiado y demostrado como entre más títulos universitarios tenga una mujer, y más gane, menos la probabilidad de que se encuentre casada.
    Se me ocurre que tiene que ser un gen dominante que se ha traído por miles de años. El hombre provee, la mujer sirve. Y tengo que admitir que a pesar de mi maestría, me da cierto nivel de satisfacción hacerle la cena a Ricardo. Así lo "chineo." Sin embargo, esto no me quita mi independencia. Al final de todo se me ocurre que tal vez ser lo más androgeno posible es la solución?

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